SOBRE EL APLAUSO A LA BANDERA NACIONAL ARGENTINA, AQUELLA LEGADA POR EL GENERAL MANUEL BELGRANO
Con su significado de adhesión y complacencia ante una actuación o conducta notable, el aplauso entró al ceremonial, llegando a tolerarse en situaciones que hace unas décadas eran impensables: en una iglesia, en un entierro, por citar algunas.
Su fuerza es otra. Es una forma popular y espontánea de aprobación, nacida del corazón del hombre, ciertamente genuina. Su carácter ruidoso, poco controlable y heterodoxo lo presenta como muy distante de una expresión sobria y decorosa como muchos anhelamos.
Civilmente hablando, resulta una expresión tolerada; habrá otras expresiones igual de válidas y correctas como el saludo militar uno. Nada priva. Y hasta tanto tengamos una ley integral de Símbolos Patrios, una determinada comunidad podrá pautar que sea el silencio y la posición de firmes la manera uniforme de demostrar decoro y respeto al símbolo y otra utilizará el aplauso cerrado y respetuoso. Es válido.
Regresando al aplauso social ¿Cómo lo manejaremos frente a la Bandera Oficial de la Nación, aquella legada por el General Belgrano?: para facilitar la respuesta, debemos separar la bandera, en su expresión de izar y en su expresión de ceremonia.
La primera tiene un carácter permanente, tremola sin sujeción a lo que ocurra a su alrededor; coincide con la jornada en su marco general y resulta natural, que al izarla a la salida del sol, aplaudamos su presencia y su llegada a tope de mástil. En cambio, la arriada, significa el fin del día, que nos llama al recogimiento, y será el silencio la forma más adecuada de expresar nuestro sentir, hasta que regrese triunfal a presidir la jornada siguiente.
En cuanto a la bandera de ceremonias, propia de cada institución, su carácter es distinto. En medio de la jornada, preside un momento especial, con público y autoridades presentes en una ceremonia destacada. Todos esperan su presencia, y aunque jalona el inicio y la terminación del acto, la realidad es que pasa desfilando ante nosotros, y entonces la aplaudimos, tanto para recibirla como para despedirla, pues en ambos momentos, está plena de vida y significado; el recogimiento y el silencio llegan después, cuando es depositada en su lugar de reserva y custodia.
Prof. Rubén Alberto Gavaldá y Castro
Presidente del Instituto CAECBA
www.caecba.com
@ProfesorGavalda