NOVIAS: ENTRE AROMAS HUMANOS Y DE AZAHARES
Desde época medieval el hemisferio norte celebra las bodas en el mes de junio, cuando inicia el verano. El motivo, alejado de todo romanticismo, tiene que ver con el primer baño del año, encuentro con la higiene que se tomaba a partir de mayo.
El agua potable escaseaba, una sola tina de baño era suficiente para toda una familia. Solo algunos pocos tenían mayores privilegios.
Por esta razón elegían junio como el mes propicio para una de las ceremonias y fiestas más significativas del calendario social en donde tanto los protagonistas como los invitados olían aceptable o mejor dicho tolerablemente.
No obstante ello, algunos hedores embargaba a la misma novia; a tal punto que recurrían a las flores para disimulo de lo cual y a portar un ramo fresco y natural junto a ellas bien próximo a su cuerpo.
La misma naturaleza, en los naranjos bellos y de rico aroma daba una ayuda gratuitamente. El azahar pasó a ser en el mundo nupcial la flor por excelencia. Ser portado en forma de ramo ha sido siempre asociado a la novia por los motivos que ya hemos descripto precedentemente pero también por estar asociado a la pureza, la inocencia y la fecundidad.
La diosa Hera recibió azahares la noche de su enlace con Zeus, su hermano. Juno su par romano también las recibió al casarse con Júpiter, y más acá en el paso del tiempo la gran reina Victoria de Inglaterra ratificó su importancia al llevar ella misma una corona de flores del naranjo en lugar de gemas.
Un estilo que se impuso en su época y ahora revive nuevamente como un rito social que conlleva la novia como símbolo de ser tal. Y que por suerte para el novio, padrinos, celebrante y demás concurrentes se lleva impoluta.
Prof. Rubén Alberto Gavaldá y Castro
@ProfesorGavalda
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