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NI MIRIÑAQUE, NI PEINETONES, NI PARAGUAS, EN MAYO DE 1810


Colegios y escuelas recrean la efeméride patria de cada 25 de Mayo con actos alegóricos en conmemoración del Primer Gobierno Patrio acaecido en aquella gran aldea de 1810.


Sin pretender abordar con grandes detalles aspectos históricos que me son impropios, porque historiador no soy y como bien dice el refrán popular “zapatero a tu zapato”. Pero no obstante ello y en vista de poder leer los actos pasados a través de sus ceremoniales a través de todas sus instancias, inclusive la indumentaria, quisiera ayudar a los Maestros que están en organizando reunión de la comunidad escolar a entender que cuando pedimos a los niños (o a sus padres mejor dicho) que para el acto del 25 de mayo las niñas actúen con “damas antiguas” con miriñaque y peinetones grandes estamos cayendo en un grave yerro temporal, dado que hay un desfase de 40 años y por lo tanto la moda se parecerá mas a la época rosista que a la independentista.


El miriñaque nace en 1855, cuando las faldas se amplían y fue necesario reforzar el soporte de la crinolina (crinolina: única enagua larga con tiras de crin de caballos forradas con tela que reemplazaron en 1840 las tantas enaguas que las damas utilizaban. Llegando en casos a seis superpuestas).


Por su parte los peinetones (hijos porteños de las peinetas españolas) fueron obra creativa de Manuel Mateo Masculino, quien encontró su sello en esas enormes y artísticas piezas de carey. Un puro sello rioplatense pero en un tiempo también posterior a 1810, algo así como veinte años mas tarde.


La moda europea tras la revolución francesa es simple, de colores claros, cuyo corte típico de los vestidos es el llamado corte princesa, es decir naciente debajo del busto y obviamente sin ninguna estructura por debajo. El calzado de las damas era de tela, hecho a mano y en algunos casos llevaban bordados.


Las damas se peinaban con un rodete, sostenido con una peineta, dejando caer algunos bucles al costado de ambas mejillas.


En cuanto a los hombres, el vestuario de principios del siglo XIX era una chaqueta entallada y pantalón ceñido al cuerpo, todo en color negro. Debajo la camisa, más ceñida aún que el saco, era de color blanco. A ningún hombre de clase podía faltarle la galera y el bastón, que coronaban el atuendo.


Por su parte el paraguas era para la época un elemento de lujo y muy extraño en la Buenos Aires de entonces, seguramente un artículo que solo los pudientes civiles o funcionarios, como algún cabildante, lo podía tener.


Prof. Rubén Alberto Gavaldá y Castro

Presidente del Instituto CAECBA

@ProfesorGavaldá


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