LA SERVILLETA (2da. parte)
Sé que a muchos de Ustedes, ya probables lectores, les agrada las historias protocolares, al igual que a mí. Pues bien: hubo una época en que existió una servilleta llamada “rouge”, precisamente sugerida por la anfitriona para que no le mancharan las inmaculadas servilletas blancas de la comida, nada más desacertado y despectivo para con las invitadas. Claro, hay invitadas e invitadas, me refiero a señoras que se pintan como para ir a la guerra en vez de ir al arte de comer, dejando labios inmortalizados en copas, tasas, servilletas, etc. Nada más horrible de ver, tanto como la impertinencia de la anfitriona con su servilleta roja.
Hacia estos tiempos han querido algunas colegas ceremonialistas enseñar que es posible colocar dentro de la servilleta blanca una de papel, de modo que los comensales se limpien allí, espantosa solución, tan desmedida como el de la servilleta para el lápiz labial. Hablando de aquel, hoy entiendo que las damas pueden comprarlos indelebles; que más apropiado si no pueden rehuir de la cosmética, y todos felices y contentos. Salvar servilletas es una epopeya a la que habrá que combatir con nuevos productos quitamanchas pero también con viejas recetas.
Desde Italia se extendió la forma de colocar la servilleta en el escote o en el segundo botón de una camisa, para enfrentar la batalla de las pastas; llegándose a ver servilletas con un ojal en el extremo por si a alguno se le olvido donde iría. No a lugar entre nuestras costumbres. Bueno, voy retaceando sino no concluiré el tema y estaré igual que ayer. Perdón, no puede controlarlo.
La servilleta la encontraremos de las siguientes tres posibles y correctas formas: del lado derecho o del lado izquierdo del sitio de comensal, en el extremo, nunca debajo de los cubiertos. Por las enseñanzas que recibí lo recomendable es que esté colocada del lado izquierdo, de modo que al retirarnos de la mesa, una vez finalizado el banquete, quede levemente con una muequita del lado derecho del comensal que ya se retira a la sala a tomar té o café.
Sea de un lado o del otro, nunca se colocará en el centro del plato; dejemos esas expresiones para hoteles, restaurantes de pocas estrellas o tenedores y para los organizadores de eventos que con la servilleta han encontrado un elemento de decoración mas. Ante esta circunstancia los invito a reflexionar sobre las diferentes formas de doblados y/o plegados cuasi “origamis” de tela que debemos enfrentar en lugares públicos, ni qué decir de un mozo molesto que entre cada paso en un evento ordena la servilleta, ¿por Dios!, dejémosla en paz que es un elemento de higiene y no merece ni necesita manoseo y mucho menos aprestos, formas o manejo con cubiertos con destrezas dudosas.
La tercera posición, es la que la ubica asomando entre el plato de entrada servido y el plato de posición, llamado comúnmente también plato de sitio. Esta forma de colocarla es el símbolo que expresa y acompaña un servicio sin personal de comedor, por lo que la anfitriona el pedir que pasen de la sala o living donde participábamos del aperitivo a la mesa del comedor, en donde ya habrá colocado el primer paso del convite, encontrándose el comensal pues con la entrada (temperatura ambiente) ya servida. Tomará la servilleta de allí, sacándola con suavidad pero con decisión y la desplegará en su regazo o falda.
La señora o el personal siempre tendrán servilletas auxiliares en su mesa de arrime o en el aparador o “bahiut”, por si a alguien necesita reponérsela. Otras servilletas especiales son: la que cubre los baldes o fraperas en donde se mantiene a cierta temperatura el vino espumante o el blanco, sirve para tapar el receptáculo y para cubrir la botella al servir de modo que ataje las gota del deshielo. La de cócteles que serán pequeñas y de tela pero nunca de papel y descartable, y las de “buffet froid” que serán al contrario grandes, dado que ayudaran a demarcar el sitio de comensal improvisado, obviamente también de tela.
Prof. Rubén Alberto Gavaldá y Castro.
Presidente del Instituto CAECBA
@ProfesorGavalda
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