LA BANDERA NACIONAL NO DEBE CUBRIR NI DECORAR NINGUN ELEMENTO
A más doscientos años de la oficialización de la Bandera Nacional por parte del Congreso de las Provincias Unidas del Río de la Plata, sesionando en Buenos Aires en aquel 25 de enero de 1818 durante el gobierno de Juan Martín de Pueyrredón, parece increíble que aún no contemos con una ley integral de Símbolos Patrios, instancia que pondría fin a tan desacertados tratamientos al Pabellón creado por el General don Manuel Belgrano y a los otros Símbolos Nacionales.
La Bandera Nacional, en ninguna de sus versiones ya sea de mástil o de ceremonia, debe ser utilizada para decorar estrados ni mucho menos para cubrir elementos, cualquiera fueran ellos, con la salvedad de los ataúdes en el protocolo de rendición de honores establecido en los ceremoniales militares y de fuerzas de seguridad.
El motivo por el cual no puede ni debe hacerse simplemente se basa y se funda en que los Símbolos Patrios no son comercializables, ni son elementos auxiliares de las transacciones comerciales; y por supuesto no son piezas de decoración de ninguna pretendida ambientación. Los Símbolos Patrios en su esencia y en el mensaje que encierran están más allá de una simple tela para velar un algo.
Su utilización indebida incurre en una falta grave de decoro y respeto. Si bien en Argentina estamos años luz de distancia de la observancia de un buen y correcto tratamiento a los símbolos patrios, como es el caso de los Estados Unidos Mexicanos, por citar un ejemplo latinoamericano, la desidia y desinterés reiterado y sostenido por parte de las autoridades no deja de ser alarmante y preocupante.
Ya sé que algunos improbables lectores me contestarán que la Patria se construye y defiende de otro modo, no lo discuto solo subrayo de necesidad de educar al soberano con tradición y con valores. No todo es lo mismo, no todo da o resulta lo mismo. La grave crisis cultural y educativa en este país ha llegado a instancias impensadas hace unas décadas.
Si los docentes enseñan a los alumnos de sus escuelas que el Pabellón no debe tocar el piso cuando es arriada del mástil, ¿qué pueden pensar un niño o un joven si la observa cubriendo un automóvil y encima un Presidente de la República avala con su presencia tan notoria barbarie protocolar? Quienes deben saber aconsejar al Jefe de Estado y preservarlo de estos yerros protocolares parece que nada saben ni entienden en la materia, las pruebas están sobradamente a la vista de todos. Huelgan más comentarios.
Así es imposible trasmitir a las futuras generaciones el necesario civismo que hinche su corazón de patriotismo y de amor a los símbolos que la representan. Ya tenemos bastante con el Himno Nacional “tarareado” en el mejor de los casos; no sigamos maleducando al pueblo, prioricemos lo correcto y alejemos el oportunismo circunstancial.
Propiciemos el debido y correcto tratamiento a los Símbolos Patrios para que orgullosos podamos proclamar con el pensamiento y con la acción lo que con notable inspiración escribiera el catalán que adoptó nuestra Patria como suya, me refiero al maestro Leopoldo Corretjer: “Yo te saludo Bandera de mi patria, sublime enseña de libertad y honor, jurando amarte como así defenderte mientras palpite mi fiel corazón”.
Prof. Rubén Alberto Gavaldá y Castro
Presidente del Instituto CAECBA
Miembro fundador de la Asociación Argentina de Protocolo
@ProfesorGavalda
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