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HAY QUE DECIR LO QUE SE PIENSA, PERO SE DEBE PENSAR LO QUE SE DICE


La falta de temas de conversación es una falencia del hombre de este tercer milenio. Lamentablemente nos hemos atrofiado como comunicadores llegando, en muchos casos, a carecer totalmente de temas de conversación. No sabemos de qué hablar y lo poco que peor el cómo lo hacemos sufre de grosera debilidad.


El gran Séneca dijo: “habla para que te vea” pues bien, es tiempo de reflexionar sobre qué decimos y cómo lo decimos. Aprendamos a discernir lo que expresamos, y recordemos que somos aquello que sale de nuestra boca.

Para ayudar a construir nuestro modo social de comunicar, comparto algunos pensamientos, que espero y anhelo contribuyan a crear un continente apropiado para nuestros mensajes orales.


Cuando están reunidas varias personas, no se deben hacer comentarios apartados que rompan la conversación, ni es conveniente hablar de temas que ya están iniciados antes de que llegara uno de los presentes, sin poner previamente y de modo breve, a éste en antecedentes de lo que estamos hablando.


Para ser un buen conversador será necesario: escuchar con comprensión; alejar la intransigencia y la indiferencia insultante que muchas veces nos invade y nos desborda; no estaremos al acecho para cortar el hilo de la conversación de otro, siendo dable pensar también que podemos interrumpir y hacer una observación, pero con oportunidad y de vez en cuando.


Resulta molesto y grosero no hablar como no parar de hablar, transformamos muchas veces nuestra comunicación en un monólogo que impide total o parcialmente que intervengan los demás. Quien habla debe darle sensación al escucha de que es un personaje importante para él. La sonrisa, el ademán y la mirada expresiva, son tan importantes como las palabras.


Será fundamental no poner en primer término el yo y los propios problemas o cuestiones, que solo a nosotros pueden interesar. Nunca emplearemos, ni consentiremos que otros expresen en nuestra presencia chismes, murmullos o calumnias, ni nada que pudiera mancillar el honor quienes están ausentes.


Recordamos también que es de buena gente guardar los secretos que nos hayan confiado, y que saber cambiar el tema de la conversación cuando se aborden cuestiones inoportunas, se hace –muchas veces- más que necesario.


Prof. Rubén Alberto Gavaldá y Castro

Presidente del Instituto CAECBA

@profesorGavalda

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