EL ORDEN DE PRECEDENCIAS EN EL CEREMONIAL DEL BAÑO
En la Edad Media, el aseo constituía casi un culto inaccesible, a pesar de haber sido en época romana algo frecuente y público.
Durante los siglos XV y XVI la costumbre de bañarse languideció hasta desaparecer, casi por completo, en el siglo XVIII.
El orden de precedencia para tomar un baño de tina era el siguiente: primero el padre de familia, luego los hijos varones en orden de nacimiento, seguía la madre para luego bañarse las damas en orden de edad cronológica, pero ¡todos con la misma agua!
Se han creado y recreado grandes fábulas en torno a la falta de higiene de aquella época, entre ellos, la habilidad adquirida por los franceses en torno a los perfumes.
Sabemos que el Rey Sol se bañaba muy poco y sólo ante la insistencia de sus médicos; a Luis XIV el tema de tomar contacto con el agua le resultaba simplemente un rito desagradable.
En la misma Versalles no había ni una sola letrina, por lo que en sus pasillos abundaban los hedores del cuerpo humano.
La fama del “agua va” llegó hasta nuestros días. El proceder era simple: arrojar los desechos de las bacinillas por la ventana, claro avisando por cortesía con el grito de ¡agua va! para que los transeúntes se quitaran del medio. A tal punto llegaba la costumbre que la gente comenzó a utilizar sombreros de ala ancha a modo de protección, como así mismo de proveerse de finos abanicos para auto renovar el aire que se respiraba.
La situación cambia allá por el siglo XIX, cuando la gente comienza a bañarse casi por la fuerza a raíz del impulso dado por la medicina y sus conceptos asépticos.
El baño comienza a formar parte de la conciencia humana. Higienizarse a diario no era ni malo moralmente ni impropio sanitariamente hablando, por el contrario. ¡A Dios gracias!
Prof. Rubén Alberto Gavaldá y Castro
Presidente del Instituto CAECBA
Miembro fundador de la Asociación Argentina de Protocolo
@ProfesorGavalda
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