CRISTALERÍA
Al principio la humanidad, el hombre, movido por el instinto de calmar su sed se inclinaba sobre charcos, ríos o arroyos para beber directamente con la ayuda de sus manos. Más adelante incorpora el uso de conchas marinas, cáscaras de frutos, cuernos de animales u otros elementos impermeables que le ofreciera la naturaleza.
Cuando el hombre se vuelve sedentario, empieza a experimentar con aquello que lo rodea, surgiendo así los primeros útiles de fabricación propia, entre ellos, una especie de vaso para beber.
Las copas eran símbolos de lujo y poseerlas daba una clara señal de un elevado estatus social. En su inicio fueron de barro, el que más tarde fue esmaltado; siguieron de cobre y de estaño para los pobres, llegando a ser de oro y de plata para los ricos.
Es recién a mediados del siglo XIX cuando las mesas comienzan a decorarse pasando a ser una cuestión de buen gusto y patente de un buen anfitrión. Lentamente se comienza a disponer de mejor vajilla, cubiertos y cristalería, la que tiende a ser única para cada comensal con una distribución meditada y adecuada, buscando primar la armonía y la estética del conjunto.
La cristalería, al igual que la vajilla, marca y distingue una mesa. Si deseamos poner una mesa elegante debemos optar por diseños sencillos y sobrios. La cristalería será traslúcida, dejando la de color para ocasiones menos formales o íntimas, aunque hay diseños verdaderamente preciosos, lo reconozco. También, en la medida de lo posible, debemos evitar formas complicadas o de diseños demasiado vanguardistas, que nos pueden hacer dudar al momento de tomar la copa correcta.
Las piezas básicas con las que debemos contar en nuestra cristalería son: copas de agua, copas de vino y copas de champán. Al igual que en la cubertería, la variedad de piezas es casi ilimitada. Cada bebida tiene su copa, en la mayoría de los casos. Podemos enumerar algunas: copa de brandy, copa de cóctel, copa de jerez, vaso de whisky, balón de cerveza, entre otras. Todas las piezas pueden encontrarse en la más amplia variedad de diseños, formas y colores.
El protocolo de mesa actual invita a que sólo se coloquen en la mesa las copas a utilizarse. Si el vino tinto joven es el universal para cada paso del menú, no coloque la de vino blanco, obviamente. La indispensable e indubitable es la copa de agua. Si hay comensales que toman gaseosas o jugos, colóqueles un vaso apropiado del mismo juego en reemplazo de las copas de vino que le hubieren correspondido. La copa comodín que llega y se va es la de jerez en el momento de servir el consomé.
Si hay personal de mesa no coloque nunca la copa de champagne desde el principio (éste la traerá con la bebida al momento de brindar), salvo que aunque hubiere personal los anfitriones inviten a tomar champaña desde el aperitivo y durante toda la recepción. Por último recuerde que no es habitual colocar en la mesa más de 4 tipos de copas.
Concluyo con una axioma que heredé de mi Madre la II condesa de Ituarte: “las copas, y cualquier pieza de cristal, quedarán brillantes si se la lava con agua fría sola o lo que es mejor con una combinación de agua fría más unas gotas de vinagre, dejándolas escurrir sin frotarlas con ningún paño. Si la cristalería es muy fina debemos tener cuidado con los cambios de temperatura al fregarla o sacarla del lavavajillas, una corriente de aire podría resquebrajarlas o romperlas. Si tiene algún resto pegado, nunca utilice una esponja metálica para quitarla, dado que seguramente la rayaría”.
Prof. Rubén Alberto Gavaldá y Castro
Presidente del Instituto CAECBA
@ProfesorGavaldá
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