Ante la barbarie urbana en la que estamos incertos necesitamos más ceremonial

Múltiples y cada vez mas reiterados episodios cotidianos han puesto sobre el tapete social la grave y profunda falta de urbanidad que padecemos en estos últimos tiempos.
Quienes vivimos en una urbe debemos “pagar” un “impuesto” social llamado urbanidad, que es, nada más ni nada menos, el saber convivir unos con otros en un mismo espacio ciudad. La mayoría de esas reglas sociales de sociabilización son consuetudinariamente interpretadas como válidas, se sustentan en ética y se expresan en el continente que encierra el mismo ceremonial como moral de la actitud del hombre.
Quien vive en sociedad no puede ni debe hacer lo que se le viene en ganas, sino por el contrario lo que se espera de él. Si cada cual quiere vivir como le parece, sin importarle el otro, deberá volver a la barbarie y sobrevivir aislado de los demás.
Pensar en una “solución” segregativa" es síntoma inequívoco de que hemos llegado a un punto, casi, sin retorno. Buenos Aires ya dio síntomas de desapego de la sana convivencia cuando, nefastamente entiendo, se sancionó un Código de Convivencia Urbana (que puso fin a los antiguos edictos policiales) complementándose con similares como la Ley 1964/06 que trata sobre la promoción de la igualdad entre derechos y obligaciones de incidencia directa en las relaciones de vecindad y convivencia urbana. Estas normas sancionadas para reglar la vida de relación de personas adultas, demuestran a todas luces que hemos extraviado la brújula del horizonte pacífico de la sociabilización.
A esta grave crisis, solo los ceremonialistas con la ayuda de padres y demás educadores podemos revertir la triste realidad que vemos y notamos, sin más explicaciones que la evidencia. ¡Sean bienvenidos nuevos ceremonialistas, instructores, capacitadores, propiciadores de la cultura social, buenos modales y cortesía!, necesitamos ser cada vez más porque la vulgaridad nos esta tapando.
Necesitamos multiplicar insistente e incansablemente el replique y proyección de los valores y principios que emanan del ceremonial y el protocolo a través de su principal prisma que es la tradición.
El ceremonial y el protocolo son una obligación de las generaciones mayores de trasmitirlos y un derecho de las generaciones jóvenes de recibirlos, ellos los jóvenes necesitan imperiosamente reencontrarse con la única herramienta de optimización de imagen y comunicación personal que existe. Ayudemos a crear Señores y Señoras, lo demás viene por añadidura.
Si la grosería nos desborda es porque hay aguda ausencia de ceremonial y protocolo, no del organizativo tecnócrata de actos y dispositivos, sino del más puro, propiciador y generador de igualdades que es el que recibimos de nuestros primigenios profesores, nuestros Padres.
Como me enseñara mi Madre de pequeño, hoy digo y afirmo: “nadie puede dar lo que no tiene”. Nadie puede ser educado si nunca se lo enseñaron.
Albergo en mi corazón que algún día solo existan profesores de protocolo a fin de interpretar leyes y reglamentos y que los profesores de ceremonial sean quienes deben serlo: los padres, los mayores y los educadores en general, solo así nos daremos cuenta que con vagones especiales no se soluciona nada y habremos vuelto a la normal habitualidad que nunca debimos perder.
Prof. Rubén Alberto Gavaldá y Castro.
@RubenAlbertoGavalda
@ProfesorGavalda
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